La realidad que vemos

En esta entrada hablaré sobre dos casos que han salido recientemente en las noticias. El primero es el ya muy conocido de Hannah Jones.

Hannah Jones es una niña de 13 años que fue diagnosticada de leucémia a los 5. Durante todo este tiempo ha estado visitando hospitales, haciendo todo tipo de tratamientos, sin resultado alguno. Hace un tiempo, se le propuso una operación, la cual no le aseguraba el alargamiento de su vida, sin embargo, había posibilidades de que se muriera durante el transplante. Así que, Hannah, decidió rechazarla, prefiriendo quedarse en su casa hasta morir (los médicos no le daban más de dos meses de vida).

Personalmente, entiendo y estoy de acuerdo con la decisión de la pequeña, puesto que tras tantos años de pruebas médicas, haciendo visitas cada tres meses, etc. es algo muy agotador, sobretodo para una niña tan joven. Muchos se preguntan si alguien de tan corta edad tiene suficiente razonamiento para decidir sobre su vida, y tras haberla escuchado hablar, no me cabe ninguna duda, sus palabras estaban dotadas de una entereza y una sensatez innatas en una chica de su edad.

Por todo esto, creo que Hannah se merece acabar sus días tranquilamente en su casa, con su familia si es eso lo que ella quiere.

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El segundo caso es también parecido. Se trata de Robert Müller, un jugador de hockey alemán de 28 años. Le quedan siete semanas de vida, pero él está dispuesto a seguir entrenando con su equipo, y tiene la intención de iniciar el campeonato de su país, que empieza a finales del mes de noviembre.

Esta es la segunda vez que se le diagnostica un tumor. Del primero fue operado, pero en agosto se lo volvieron a detectar. En la segunda operación no se lo pudieron extirpar completamente, de manera que se le informó de su situación. A pesar de todo, el jugador quiere

volver con su equipo y pasar sus últimos días de vida haciendo lo que mejor sabe, jugar al hockey sobre hielo, defendiendo a su equipo, y luchando por el deporte que se lo ha dado todo.